viernes, 21 de noviembre de 2014

El monasterio

El siguiente relato que estoy por relatar comenzó una tarde de otoño. Yo me encontraba dando un paseo por los adornados portales de color mármol; los cuales rodean a la plaza central del pueblo y esta a su vez estaba decorada por un kiosco de la  época colonial, añejo momento, distante pero vivo y cerca de cada uno de nosotros. La tarde era maravillosa pues en el cielo había un color amarillo sobre blancas nubes lo que  hacían magnífico el momento ya que nos solo era una bonita tarde por la vista del cielo, era hermosa porque mi gran amor de chocolate, estaba a mi lado, ella, con sus encantadores chinos negros, su mágica sonrisa, su tierna mirada, su alma pura, su angelical ser, su escultural cuerpo y su esencia de amor sincero y maravilloso. La tarde seguía su camino habitual como todas las tardes otoñales. Pero una extraña sensación hizo que decidiéramos cruzar el pueblo para dar una vuelta en el antiguo monasterio.

-Mi amor, no te parece bella la tarde, con ese sol amarillo, el pueblo tranquilo y nuestro amor floreciendo.

-A claro que si mi amor, esta tarde es maravillosa a tu lado.

-Te imaginas cuantos pasaron por estas mismas calles antes que nosotros, imagina las parejas de novios que andan por estos senderos, enamorados y con sueños de un futuro maravilloso.
-Lo imagino vida mía, sin duda una bella imagen para cualquiera que lo vea.

La plática continuó así por 15 minutos hasta que llegamos al derruido monasterio, el cual se encontraba abandonado desde hace tiempo, las  ruinas, hierba alta y peligro constante de venirse a bajo es una clara señal del paso del tiempo por nuestro pequeño pueblo.

Ya explorando ese viejo edificio con la amenaza constante de que se nos venga abajo  logramos ver a un  monje, alto, con el traje típico de un franciscano, no se veía su rostro pero caminaba por un pasillo aún de pie del monasterio el cual llevaba a una habitación intacta del antiguo monasterio, en el cual se dispuso a escribir una pequeña nota.

Nosotros escondidos detrás de un baúl le observábamos con detenimiento mientras el escribía  una nota en un libro viejo. libro hecho con pastas de piel de cordero, papel de árbol secado al sol por largo tiempo, una reliquia. El monje termino de escribir su pequeña nota, así que salio de la habitación para desaparecer. Mi novia y yo decidimos salir de nuestro escondite para poder leer aquella nota,  la cual contenía lo siguiente:

-Martes 24 de Noviembre de 1693 de la era de nuestro señor Jesucristo, contando las 6 de la tarde, Yo, Fray Marco Aurelio, Severino de  la Torre y La Garza, tengo que hacer una confesión. Hoy alrededor de las 12:00 p.m. llego a la sala del confesionario el señor Luis de la Huerta Valdés y Reyes Conde y Baro de las tierras de La Nueva Granada y señor de las tierras del norte donde los nativos las llaman "La montaña del Hombre desnudo”, confesó cómo le arrancó la vida a su sirviente de origen indígena a golpes, pues el muy canalla se atrevió a mirar su joven hija, por lo que tomó su bastón y le pegó en la cabeza hasta matarlo. Así que lo descuartizó y se lo sirvió a sus sirvientes sin que ellos sepan que estaban comiendo al inocente Jacinto, pues su carne es muy buen guisado y su sangre el más exquisito vino de esta tierra terrenal, como lo se, bueno yo tuve el honor de probarle y la verdad espero que el Conde pueda ejecutar otro peón más para poder ofrecer una comida para varios huéspedes míos"

Al leer tal nota y poner cara de horror decidimos partir rumbo a nuestras casa y olvidar que tales cosas se celebraban en un lugar como este que se supone es la casa de dios santo y puro como ninguno.........

No hay comentarios:

Publicar un comentario