martes, 27 de agosto de 2024

El Otro en Zinacantepec

 Octavio siempre había sentido una extraña conexión con su tierra natal, Zinacantepec. Creció escuchando las leyendas sobre brujas y seres sobrenaturales que, según los ancianos, habitaban los bosques cercanos. Pero nunca les prestó demasiada atención, considerándolas meras supersticiones hasta aquella noche, cuando el horror se hizo realidad.

Una tarde nublada, Octavio decidió visitar una antigua cabaña que había pertenecido a su bisabuela, una mujer que muchos en el pueblo consideraban una curandera, pero que otros, en susurros, llamaban bruja. La cabaña se encontraba en lo profundo del bosque, aislada y olvidada. Al llegar, el lugar parecía estar atrapado en el tiempo, con paredes de madera desgastadas y un techo cubierto de musgo.

Dentro, el aire era denso, cargado de polvo y un extraño olor a hierbas. Mientras exploraba, Octavio encontró un baúl viejo y corroído. Al abrirlo, descubrió una colección de objetos extraños: amuletos, frascos con líquidos oscuros y un pequeño libro encuadernado en piel. Intrigado, tomó el libro y lo empezó a hojear.

El texto estaba escrito en un idioma que no reconocía, pero en el centro del libro encontró un dibujo que lo dejó helado. Era un símbolo antiguo, rodeado de palabras que parecían estar vivas, moviéndose en las páginas. Sin poder evitarlo, Octavio pronunció en voz alta una de las frases inscritas debajo del símbolo.

Un escalofrío recorrió su espalda, y de repente, el suelo bajo sus pies pareció ceder. La cabaña se llenó de un silencio antinatural, y entonces lo escuchó: un susurro, suave y persistente, que provenía de algún lugar oscuro. Octavio miró a su alrededor, pero no vio nada. Sin embargo, al girarse hacia la puerta, se encontró cara a cara con... él mismo.

Frente a él estaba un ser idéntico a él, pero con una mirada vacía y una sonrisa torcida. El doppelgänger avanzó lentamente, sus movimientos eran fluidos, pero había algo antinatural en su forma de caminar. Octavio retrocedió, tropezando con un mueble viejo, mientras su corazón latía frenéticamente. Sabía que este no era un simple reflejo; era algo más siniestro.

El ser habló, y su voz era la de Octavio, pero con un eco que resonaba en las paredes de la cabaña. "Siempre hemos estado aquí, esperando que alguien nos liberara", dijo. "Y ahora, tomaré lo que es mío."

Octavio intentó escapar, pero la puerta estaba cerrada. El otro Octavio se abalanzó sobre él, y ambos cayeron al suelo. Lo que siguió fue una lucha desesperada, donde cada golpe y cada movimiento era como luchar contra su propio reflejo. Pero algo en el doppelgänger era más fuerte, más resistente, como si el poder de aquella oscura magia le hubiera dado una fuerza sobrehumana.

Al final, Octavio sintió que sus fuerzas lo abandonaban. El ser lo inmovilizó y, con una sonrisa triunfante, colocó sus manos sobre su cabeza. Una ola de energía oscura lo recorrió, y sintió cómo su conciencia se deslizaba hacia una oscuridad profunda y fría.

Cuando Octavio abrió los ojos, ya no estaba en el suelo. Estaba de pie, mirando a su propio cuerpo, que ahora estaba vacío, sin vida, en el suelo de la cabaña. Un pánico indescriptible lo invadió al darse cuenta de lo que había sucedido. Estaba atrapado, su alma encerrada en un cuerpo que ya no le pertenecía. El doppelgänger había tomado su vida, su identidad, su todo.

El otro Octavio se levantó, se acomodó la ropa, y sin mirar atrás, salió de la cabaña. Octavio intentó gritar, pero su nueva forma no emitía sonido alguno. Desde su prisión, vio cómo el impostor se dirigía hacia el pueblo, listo para tomar su lugar en el mundo. Sabía que nadie sospecharía nada, porque el ser había robado más que su cuerpo: había robado su esencia, sus recuerdos, todo lo que era.

La cabaña volvió a quedar en silencio, pero ahora ese silencio estaba lleno de la desesperación de Octavio, que, atrapado en un cuerpo sin vida, se enfrentaba a una eternidad de oscuridad, mientras su doble vivía la vida que una vez fue suya, libre para cometer horrores en el nombre de Octavio.

lunes, 26 de agosto de 2024

El Espejo Roto

 Javier siempre había sido un hombre común, de esos que pasan desapercibidos en la multitud. Trabajaba como bibliotecario en un pequeño pueblo, y sus días transcurrían entre libros polvorientos y el suave susurro de las páginas al pasar. Sin embargo, todo cambió la noche en que encontró un libro extraño en el sótano de la biblioteca, un libro que no recordaba haber catalogado.

El tomo era antiguo, encuadernado en cuero negro, y no tenía título en la portada. Cuando lo abrió, se encontró con páginas llenas de símbolos que no podía entender, dibujos retorcidos y palabras escritas en un idioma que le resultaba completamente ajeno. A pesar de una sensación de inquietud que lo envolvía, Javier se llevó el libro a casa, intrigado.

Esa noche, mientras la tormenta rugía fuera de su ventana, Javier no pudo resistir la tentación de intentar descifrar el contenido del libro. A medida que recitaba en voz baja las palabras que veía en las páginas, la atmósfera en la habitación comenzó a cambiar. El aire se volvió denso, y las sombras en las paredes parecieron alargarse, como si estuvieran cobrando vida.

De repente, el espejo que colgaba en la pared frente a él se rompió en mil pedazos con un estruendoso crujido. Javier dio un salto, asustado, pero lo que vio a continuación hizo que el terror se apoderara de él por completo. Entre los fragmentos de vidrio, comenzó a formarse una figura. Era como si las sombras y el vidrio roto se combinaran para crear una versión distorsionada de él mismo.

El doble que surgió del espejo tenía los mismos rasgos que Javier, pero sus ojos eran dos pozos oscuros, sin vida. Sonreía de una manera que hacía que la piel de Javier se erizara. Era una sonrisa que no era humana, una mueca de maldad pura. Antes de que pudiera reaccionar, la criatura salió del espejo, su piel era como cera derretida, y sus movimientos eran torpes, como si estuviera aprendiendo a usar un cuerpo por primera vez.

Javier intentó retroceder, pero la criatura se movía con rapidez antinatural. Lo atrapó, y su mano fría se cerró sobre su cuello. En su oído, la voz de la criatura susurró con un eco vacío, "Ahora tú eres el reflejo."

Con un grito ahogado, Javier sintió que algo se rompía dentro de él. Fue arrastrado hacia el espejo, y aunque intentó resistirse, era como si una fuerza invisible lo empujara hacia los fragmentos. Con horror, se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Estaba siendo succionado dentro del espejo roto, y en su lugar, la criatura quedaba en su mundo, con una sonrisa satisfecha.

Desde el otro lado del espejo, Javier vio cómo la criatura adoptaba su vida, caminando por su casa, usando su ropa, sonriendo con su cara. Intentó golpear el vidrio, pero sus manos ya no lo obedecían. Estaba atrapado en un reflejo, condenado a ver cómo su doble vivía su vida.

Con el tiempo, Javier comprendió que el libro no había sido un hallazgo accidental. Alguien había puesto ese libro en su camino, alguien que conocía el poder oscuro que contenía. Y ahora, él era el prisionero de su propio reflejo, mientras que su doble caminaba libre en su lugar, acechando a nuevas víctimas.

El pueblo nunca volvió a ver a Javier como antes. Aunque seguía trabajando en la biblioteca y paseando por las calles, aquellos que lo conocían notaron un cambio inquietante en él. Una sombra en sus ojos, una sonrisa que no era del todo suya. Nadie podía sospechar que el verdadero Javier estaba atrapado detrás de un espejo roto, mientras su doble se regocijaba en el caos que estaba a punto de desatar.