La muerte
Cuando cae la penumbra de la vida en la oscura noche
del alma, ella se aparece deambulando por los senderos de la vida, se acerca con mucha tranquilidad imitando a
un felino salvaje al asecho de su presa por la espesa sabana africana, con el
simple objetivo de lograr tocar la
esencia más pura de mi ser.
Ser
que podría correr por todos los caminos
verdes de la vida que se encuentran trazados por las ciudades del tiempo y
espacio, pero es inútil tratar de salir huyendo por las avenidas de esas urbes tratando
de hacer lo imposible para que no me
alcancé; tonto sí creo que funciona ya que ella me dada toda una vida de
ventaja para escapar y aun así jamás podré desaparecer de su profunda mirada de
águila.
Águila
rapaz que vuela por encima de nosotros que al mismo tiempo se convierte en el
ser más lento del cosmos, y aun así lograra atrapar a su presa con una
tranquilidad sin igual; pues esta puede
mírate a la distancia esperando con mucha serenidad el momento adecuado para
llevarte con sus alas negras a tu última posada.
Y
es en una posada de lujo y llena de amor
es donde yo me encuentro durante el trayecto final de mi vida, asolado por los tormentos
oscuros, macabros y desolados de esos deseos humanos que cualquiera desea poder
cumplir durante la primavera de la vida y ahora atormenta mi vieja alma en su
invierno de una vida perdida.
Perdida
se encuentra mi esencia debido a que no hay mañana, esta es mi última noche y
lo único que me queda por realizar es recostarme sobre mi lecho en mi cuarto
adornado por los finos decorados de un gran escultor digno de cualquier corte
real, en una habitación llena de lámparas
cubiertas de finos acabados con seda oriental regaladas por parte de su
majestad imperial, el emperador de oriente, junto a esas farola hay una mesa de
madera hecha a mano con caoba fina traída desde los lejanos bosques del norte,
una pequeña sala de fina tela elaborada con algodones del occidente y una dama
de las tierras del sur que es tan bella como el diamante más fino y puro del
mundo.
Mundo
es lo que se acaba cuando ella llega a mi casa, entra por un enorme portón de
madera tallado por finos maestros carpinteros siguiendo por los pasillos de la
casa dejando atrás una gran galería de arte llena de hermosas pinturas de
grandes artista de época; ella deja eso para llegar a las escalera que llevan a
mi habitación, entra, me mira y solo sonríe con esa cara tan bella como
ninguna, me llama, es hora de partir Alberto a que seas presentado con él,
despídete de tu bella flor y camina conmigo a tu descanso eterno
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